El libro como vía de escape

Hoy hace una semana desde que se declaró el estado de alarma en nuestro país. Han pasado siete días desde que dejamos de lado las salidas, los viajes, las excursiones, las quedadas, los paseos, etc. Estamos aislados dentro de las paredes que conforman nuestra vivienda, sin saber realmente cuánto tiempo estaremos en esta situación.
Anhelamos el aire fresco, caminar sintiendo la luz del sol en nuestra cara, las risas con los amigos en las terrazas de los bares, los viajes a lugares aún por descubrir. Necesitamos una vía de escape para no enloquecer, necesitamos un libro.
El libro nos da pies e incluso alas, nos sumerge en historias que llegan muy lejos, que hasta retroceden y avanzan en el tiempo; nos transporta fuera de casa y nos entretiene durante todo el tiempo que nosotros queramos. Hoy, más que nunca, doy gracias a los libros y a sus autores por ser mi mejor medio de transporte, por devolverme el aire exterior y por permitirme viajar a cualquier parte sin salir de casa, por ser mi salvoconducto.

Una vez mostrado mi agradecimiento a los libros, pasemos a ver cómo se emplea esta herramienta en los centros educativos.
En las aulas el libro sigue siendo, casi con total probabilidad, el recurso más utilizado por los docentes. No obstante, la definición de libro puede ser muy amplia y albergar diversas acepciones. En nuestra clase de Recursos en Educación y TIC lo definimos de la siguiente manera:
Un libro es un material impreso o digital, que podemos hacer nosotros o nos lo pueden dar hecho. Lo más importante hasta ahora ha sido la linealidad, aunque cada vez más los docentes buscan otras alternativas. En el libro, el conocimiento está estructurado y ayuda al proceso de enseñanza de aprendizaje. Se podría decir que representa el modelo que nos sirve de base para aprender. En él se recogen los aspectos básicos o mínimos de la lección que el docente está impartiendo, pero puede estar abierto a motivar la creatividad y espontaneidad de los alumnos destinatarios. El docente debe intentar que el libro no esté dirigido únicamente a alumnos estándar, sino que debería buscar la forma de personalizarlo a los alumnos concretos que tiene en el aula, lo cual puede resultar complicado. El libro, en definitiva, nos debe servir de apoyo para conseguir muestro modo propio, y no estándar, de concebir y vivir la educación (nos debe ayudar a entender el para qué de la educación).
Asimismo, el libro como recurso educativo puede ser visto por el docente desde cuatro perspectivas distintas: como centro del proceso de aprendizaje, como complemento para un proyecto concreto, como algo innecesario que debe desaparecer de la enseñanza, o como un medio para la reflexión (para acceder a lo que se está impartiendo desde distintos puntos de vista). A mi parecer, lo importante es que como docentes hagamos uso del libro como elemento para despertar el pensamiento crítico de nuestros alumnos, y no como elemento adoctrinador.

En cualquier caso, lo cierto y verdad es que el libro puede ser una herramienta que aporte muchas ventajas al aula y a toda persona que lo emplee, tanto fuera como dentro del centro. Y yo, para finalizar, os invito a que os sumerjáis en alguna novela y disfrutéis de la libertad que da el viajar de forma estática.





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